sábado, agosto 01, 2009

El proceso de civilización

Las primeras civilizaciones se iniciaron hace 6 mil años, después de un período de transición que duró de 5 a 6 milenios donde se dieron un conjunto de fases sucesivas múltiples que transformaron para siempre el entorno de los humanos: la sedentarización, el inicio y la consolidación de la producción de alimentos, los aumentos sostenidos de población, su aglomeración en lugares reducidos y la guerra territorial; conjuntamente con la creación tanto material como mental de más y mejores instrumentos: utensilios y armas, y novedosos conceptos e ideas: esa amplia, diversificada y ficticia vida sobrenatural que mediante simbologías daban identidad y cohesión a los grupos muy grandes, vistos en las dos últimas entradas. Lo curioso es que se siguió un proceso cultural y social muy similar al descrito pese a la lejanía espacial y temporal (diversos continentes y con varios siglos o hasta milenios de diferencia) entre los sitios geográficos donde la humanidad se civilizó. La reacción socio cultural ante las secuelas del último gran cambio climático fue muy parecida. No obstante, para ese entonces los Homo sapiens habitantes del planeta no podían tener conocimiento alguno de la existencia de sus otros congéneres. Estas similitudes demuestran un vez más el origen común de la humanidad. Se exceptúan tan solo a los diferentes vegetales y animales con que produjeron sus alimentos en las diferentes zonas del planeta, si bien, el cereal sí fue común para todas las civilizaciones en alguna de sus variedades: centeno, cebada, trigo, arroz o maíz; así como el pastoreo para obtener carne y leche.

El fin de la trashumancia significó también que las viviendas se hicieran más permanentes que las sencillas y transportables tiendas o tipis de pieles. Se formaron aldeas que aparecieron y desaparecieron en grandes cantidades: malas cosechas, inundaciones o destruidas en guerras. Algunas junto a ríos prevalecieron y se consolidaron. La cercanía del agua estimuló la creación de sistemas de irrigación primitivos los cuales aumentaron, simultáneamente con el invento de herramientas de labranza, los campos de cultivo. El río además les diversificó y aumentó su dieta. Eso provocó varios fenómenos entrelazados entre si: el crecimiento y fortalecimiento de esas aldeas hasta convertirse en pequeñas ciudades. La producción en grandes cantidades de alimentos y hasta sobrantes de los duraderos: cereales y ganado en pie. Y consecuentemente una fuerza laboral creciente y con funciones diversificadas. Era innecesario que todos se dedicaran a lo mismo todo el tiempo. (En el Hemisferio Occidental las civilizaciones que más desarrollo obtuvieron lo hicieron en las costas que les proveyó de alimento en conjunto con la agricultura y pastoreo, tanto en Mesoamérica como en Suramérica.)

Entonces, aparecieron nuevas necesidades: algún subgrupo se dedicó a defender la ciudad y sus alrededores, no necesariamente de forma permanente, de posibles enemigos y eventualmente salieron a hacerle la guerra a alguna ciudad rival más o menos cercana. Además se formaron primitivos grupos de comerciantes y artesanos. La creciente complejidad social estimuló la conformación de pequeños grupos elites que guiaban y administraban al conjunto a través de sus interpretaciones de los imaginarios designios de supuestos seres sobrenaturales. Se aceptó de forma colectiva la concepción de una vida paralela sobrenatural que los dirigía socialmente y que era interpretada solo por unos pocos, quienes mediante sugestiones colectivas adquirieron una aureola de “seres sagrados”: sacerdotes y sacerdotisas, aunque a las mujeres en términos generales se les tendía a evitar en los asuntos de la comunidad. Estos eran un asunto de fuerza: quien más tenía más poder obtenía; pero la fuerza no era solo física; también entraban en el juego los que tenían personalidades audaces y atrayentes que convencían a otros a que se les unieran, otorgándoles fortaleza y poder.

Todas las religiones tienen una misión esencial: dictar un modo de vida a un grupo relativamente grande de sapiens, proveyéndoles de una serie de conceptos e ideas que luego serán transformados en costumbres para resolver los muchos conflictos que aparecen cuando el número de miembros de un grupo cualquiera que conviven juntos es mucho mayor a la simple estructura social hominina de clanes familiares o al agrupamiento de varios de estos. Fueron los primeros códigos que sirvieron para unificar los diversos comportamientos y actitudes en ese creciente conjunto de gentes viviendo tan cercanas unas de otras. Para quienes quebrantaran las reglas se crearon diversos tipos de castigos, dependiendo del daño causado, siendo la muerte pública, generalmente muy dolorosa para ejemplo y escarnio, la utilizada en las transgresiones más graves. Así disminuía el disenso. A esto lo conocemos hoy como leyes y normas para la convivencia. Desde un inicio esa fue la función social de las religiones en todas las civilizaciones que se desarrollaron en el planeta. Han actuado a través de la utilización perfeccionada de esos conceptos e ideas de la ficticia vida sobrenatural que han estado en nuestras mentes, con certeza científica, desde hace 70 mil años y con una altísima probabilidad de haberla creído desde muy poco tiempo después de nuestra aparición como especie.

Entremezclados con esas concepciones de una vida imaginaria paralela creamos otras ficciones que nos han servido en el proceso de civilizarnos: tan inmaterial como funcional es el concepto de estado, como el de soberanía o el de frontera. Aunque no se les llamara así, las ciudades que más crecían y obtenían mayor poder, empezaron a ejercer la idea de territorialidad sobre los campos que la circundaban y de donde se proveían de alimentos: soberanía. Se crearon límites que si eran atravesados por otros se les capturaba. Si el crecimiento de esas ciudades las hacía aproximarse a ciudades rivales, sus fronteras se convertían en mucho más que ficciones conceptuales y se llegaba a la guerra y conquista en caso de conflictos no resueltos. Las ciudades que se hacían más poderosas se convertían en ciudades estado: concepto que estructura socialmente a un grupo grande de humanos viviendo juntos bajo un sistema y códigos aceptados por los más fuertes o una mayoría, guiados y administrados por pequeñas y poderosas clases sacerdotales.

Estas novedosas entidades ejercieron la soberanía sobre la población y las tierras circundantes dentro de unas fronteras. Estas ciudades podían expandirse hasta los límites de sus propias fuerzas, que podían aumentarse, entre otras cosas, con la esclavitud. A los sobrevivientes vencidos en las guerras se les esclavizaba para los trabajos públicos más pesados y demandantes y así liberar a su propia población para fines bélicos, artesanales, comerciales y demás. Poco a poco los poderosos de las ciudades vencedoras utilizaron a los esclavos para su servicio doméstico individual. Aunque no todos los que fueron esclavizados se conformaron con serlo en esa época ni en los milenios posteriores, una enorme mayoría la aceptó ya que la necesidad vital básica: la supervivencia, se las aseguraban los amos. Fueron realmente muy pocas las revueltas de esclavos en toda la historia de la civilización.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.

jueves, julio 16, 2009

La gran trasformación cultural y social

Harán unos 10 a12 mil años terminó la última glaciación. Poco después algunas de las muchas tierras a las que había llegado nuestra especie se hicieron muy fértiles. Las presas de caza preferidas de nuestros abuelos dejaron de migrar en busca de sus alimentos. Nos asentamos en un solo lugar y algunos de los clanes empezaron a unirse con otros de forma más permanente que en al pasado. El agrupamiento de varios clanes fue una práctica muy común pero esporádica y nada durable desde hacia varias decenas de milenios. Pero ahora se hizo en sitios duraderos. Además, fueron masificándose en un espacio relativamente pequeño. También, fruto de los razonamientos, las capacidades de observación así como de hacer experimentaciones y aprender de los resultados, surgió la domesticación de animales y plantas. Fue posible alimentar a una gran aglomeración de individuos e incluso tener excedentes. La población aumentó significativamente.

Pero ese gentío debía cohesionarse. Ese mayor número de individuos aumento la fuerza de trabajo y mejoró la defensa, pero especialmente, hubo más cerebros de sapiens haciendo lo que mejor saben hacer: creando ideas y transformando la materia que nos rodea. Las primeras, junto a las creencias y los símbolos ayudaron mucho en la cohesión de los grupos grandes. Cuanto más común fuese una creencia más fácil que todos los de un grupo respondieran a individuos guías que supieron aprovecharla. La certidumbre de la muerte estimuló la creencia más común: un concepto de espíritu que es capaz de sobrevivirla (visto anteriormente) y con el paso del tiempo ideamos más y variados conceptos de espíritus que enriquecieron esa nueva vida en niveles distintos al natural y existentes solo dentro de los cerebros humanos. Muy probablemente lo hemos hecho desde muy atrás, tal vez lo iniciamos muy cerca de nuestra aparición en el planeta aunque en menor cantidad.

Es dable que en toda estructura social habida entre los humanos modernos uno o algunos pocos individuos “supiesen interpretar” las diversas creencias, unificándolas a través de signos y símbolos con los que se identificarían muchos de los individuos o los machos alfa de cada unidad social básica hominina. Los que actualmente son llamados los chamanes o brujos de los grupos primitivos modernos, fueron en la prehistoria también los únicos en las aglomeraciones humanas “capaces de interpretar” la voluntad de los habitantes de esa espacio espiritual, en apariencia externo a nosotros, porque sentían y hacían sentir a los demás que hablaban con y por esos conceptos de espíritus protectores, que siempre recomiendan “lo mejor” para los habitantes de la fase material, incluso cuando fuera dañino para algunos individuos. Aún en forma inconsciente, los símbolos y las creencias tienen el poder de cohesionar pese a que hayan divergencias: moldeando las ideas individuales en nociones colectivas aceptadas por todos. Poco a poco, los “brujos” podían guiar a cualquier grupo por grande que se fuera haciendo. Estos personajes adquirirían gran poder y una “naturaleza sagrada”: los sacerdotes, como se les conocerían posteriormente. Para ese entonces también los sapiens fabricábamos herramientas mentales (conceptos) con las que transformábamos el modus vivendi básico de los homínidos.

Las prácticas sociales se parecían más y más a las de algunos insectos donde muchos individuos viven en espacios muy reducidos: abejas u hormigas. Nuestra conciencia dejó de ser solo individual. Colectivamente se creo ese imaginario de símbolos y conceptos con los que se organizó las funciones de los individuos dentro de ese nuevo y más grande grupo social que además adquirió colosales ventajas sobre otros grupos pequeños y principalmente sobre todas las demás especies, luego, y progresivamente se extendió entre la mayor parte de los humanos. Exceptuando a especies muy simples como los virus y las bacterias, en adelante ninguna otra podría contra nosotros: desde entonces y hasta hoy muy pocas personas serían muertas para alimentar alguna otra especie y nosotros nos alimentaríamos con todas las que pudiéramos. Muy probablemente esa invulnerabilidad nos llevó a la arrogancia de creernos seres vivientes superiores. Ahora bien, lo único que podría destruir a esta nueva agrupación humana unida y ordenada era otra igual naturaleza. Aunque no era nueva, la guerra pasó a ser un factor muy importante en las nuevas formas sociales humanas emergentes.

La territorialidad es algo que todos los animales necesitamos para sobrevivir. Sin embargo, en nosotros el instinto esta individualmente más “diluido” porque fue cedido a la territorialidad grupal a cambio de tiempo para hacer cualquier otra cosa, ya que la supervivencia pasó a ser una preocupación de la colectividad. (Ver: Nuestro cerebro III) Ahora bien, no todo es igual en un planeta muy cambiante: hay lugares donde se obtiene mayor cantidad de alimentos de las plantas y animales domesticados que en otros. Pero cuando otros humanos están asentados allí… La lucha territorial se ha dado siempre entre nosotros, sin embargo adquirió un carácter diferente cuando nos hicimos sedentarios. Iniciamos una nueva cacería colectiva contra otros grupos humanos que se defienden también colectivamente. Para aumentar la fortaleza algunos de estos se aliaron a otros afines, unidos por algún fin común. Atacar y defenderse se hizo en forma gradualmente masiva y coordinada. Además, los vencidos sobrevivientes pasaron a ser servidores forzados de los vencedores y no su alimento. Las prácticas antropófagas de larguísima y milenaria tradición dejaron de ser necesarias porque la producción alimentaria superó las necesidades energéticas de esas novedosas agrupaciones. Las ficciones conceptúales, producción de alimentos, simbologías, identidad grupal y la guerra fueron algunas de las herramientas e instrumentos que construimos para civilizarnos.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.

miércoles, julio 01, 2009

La muerte y la creación

Hace unos 35 a 40 mil años nuestra especie, la única humana sobreviviente, poblaba casi todo el planeta. Los pocos millones de individuos, llegaron a los 8 cerca del fin de la prehistoria, eran seminómadas, cazadores y recolectores. El uso de las manos plasmando en un objeto o pintura lo que el cerebro imagina cierra un ciclo de varios millones de años de evolución tanto genética como la no genética influenciándose mutuamente: en ese cerebro se podía imaginar porque el uso de las manos en la fabricación de armas y utensilios en especies anteriores le había hecho crecer hasta poder plasmar lo imaginado. (Ver: Nuestro cerebro I, II y III)

Ya no se conocían entre sí ninguno de los descendientes del grupo original salido de África harán 65 a 70 milenios. Sin embargo, todos tenían algo en común: la evolución cerebral que hemos visto hasta ahora y la acumulación de conocimientos en cantidades muy lejanas a los simples primeros memes que nos transmitió la especie de la que evolucionamos. Ese mayor cerebro podía hacer mucho más que los simples razonamientos que pudieron tener las demás especies anteriores del género Homo. La evidencia arqueológica nos muestra una mayor frecuencia en la aparición de herramientas, armas, utensilios y adornos cada vez más perfeccionados junto a otros objetos o pinturas rupestres que reflejan la existencia de un pensamiento simbólico la cual podían representar materialmente y además tenían conciencia de lo que hacían. Los estudios en genética corroboran que las pequeñas mutaciones genéticas entre ellos y nosotros son irrelevantes como para un cambio de especie: podían entonces, igual que nosotros, aprender, imaginar, concienciar, buscar respuestas a sus dudas existenciales y aplacar sus temores. Sus conclusiones las condicionaban, como ahora, la cantidad de conocimientos que tenían. Es obvia esa diferencia. Esos se acumularon en nuestros circuitos neuronales hasta la invención de la escritura y aún después. Es un factor que ha contribuido mucho al aumento del número de neuronas y sus circuitos, a su vez producen esas nuevas cualidades. La supervivencia continúa siendo la razón o el por qué del Sistema Nervioso Central que ahora tiene nuevas armas: la conciencia y la imaginación, nunca vistas en otras especies.

Nuestro mayor y más profundo temor es a lo desconocido y lo que menos hemos conocido es la muerte. Experimentar la de alguien cercano nos ha producido en general, miedo (al concienciar la propia) gran dolor, soledad, sensación de vacío y tristeza. También, desde muy jóvenes somos conscientes que vamos a morir. Es exclusivo de nuestra especie. Sin embargo, en nuestras primeras decenas de milenios de vida, nuestra prodigiosa imaginación, que nos ha permitido disfrutar del arte (incluyendo la música) tener tiempo ocioso ( ver entrega anterior) también podía mitigar el problema de nuestro miedo existencial a la muerte. Para ello creamos un concepto: el del alma o espíritu. (Probablemente uno de los primeros de una larga lista de conceptos que hemos fabricado para hacernos más llevadera la cotidianidad.) Ese temor ancestral disminuye al imaginar que algo en uno no morirá. Además, se alivian las sensaciones depresivas por una muerte cercana, “sus espíritus siguen vivos”. Ahora bien, cómo los órganos internos son iguales o muy parecidos entre los animales ese espíritu debía estar en algo diferente: en el razonar, el amor, la creatividad, conversar y departir en felicidad o tristeza entre nosotros y demás que pasan a ser cualidades que lo reflejan, además fue considerado inmaterial e inmortal. Todavía después de tantos milenios esa misma creencia nos consuela ante la certeza de la muerte. No es sino hasta los últimos 5 a 10 años que descubrimos que esas cualidades eran funciones cerebrales, algunas del sistema límbico otras de la corteza cerebral pero principalmente de los circuitos neuronales elaborados entre todas. Conforme pasó el tiempo la creencia en espíritus se extendió a que otros seres vivientes y hasta inertes los poseían, también creamos conceptos sobre seres de origen inmaterial conviviendo con todos en esa vida sobrenatural que se enriquecía más y más. Así fue desarrollándose esa imaginación, que llegó a conciencia, colectiva: la unión al unísono de todas las imaginaciones individuales de un grupo. El concepto de espíritu fue la base desde la que creamos él de una vida sobrenatural.

Además, como toda herramienta que hemos fabricado (los conceptos son instrumentos mentales) nos da ventajas para nuestra supervivencia individual y colectiva: sí uno conceptúa que es protegido de alguna forma por un ser inmortal y superior tiene más posibilidades de sobrevivir ya que el organismo se prepara mejor para lo que venga. Lo mismo ocurre a nivel colectivo: los judíos han sido perseguidos sangrienta y mortalmente por mucho tiempo, su creencia en ser el pueblo escogido de una de esas ficciones inmateriales, los han hecho capaces de sobrevivir al acecho mortal del peor depredador que cualquier Homo sapiens pueda tener: otro(s) de nosotros. Las creencias judías en sus mitos les han dado identidad, fortaleza pero sobretodo: por y para qué vivir.

Las creencias son funciones cerebrales. Las pruebas con resonancia magnética funcional (RMf) [*] (que son las que nos han dado luz sobre todas esa funciones del cerebro) hechas a individuos a quienes se les expone a imágenes o temas relacionados con sus creencias se les activan circuitos cerebrales ya conocidos por los neurobiólogos. Hay en nosotros una respuesta orgánica a la creencia en los centros emocionales del sistema límbico: por ende, la creencia es una emoción. ¿Podría conllevar a que hubo en nuestra historia una presión selectiva que hizo que los individuos con esta capacidad biológica más desarrollada sobrevivieran más que los que no? El volcán Toba ubicado en una isla de lo que hoy es el archipiélago de Indonesia, que para entonces era un península, explotó hace unos 70 mil años y produjo un invierno volcánico cuello de botella de población: drástica caída del número de individuos de un grupo. Es una teoría, pero es congruente con los estudios genéticos del cromosoma Y que muestran ese declinar, también que todos los humanos que habitamos hoy la Tierra provenimos de un grupo sobreviviente hace 70000 en África. Posteriormente al fenómeno pareciera además que sobrevivieron los que tenían sus creencias más definidas. Lo que sí es cierto es que la cantidad de rituales aumenta, hay más rastros arqueológicos y más representaciones rupestres o en objetos, de esa vida sobrenatural porque aumentó nuestra capacidad para crear deidades: todos lo hacían y mayormente son zoomorfas. Debió haberse iniciado antes que partiera de África del grupo del que se originaria toda la humanidad actual puesto que no hay grupo humano que haya vivido en los últimos 10 milenios y que dejara algún rastro arqueológico y todos los del mundo hoy, que no haya tenido o tenga conceptos de divinidades a las que veneren. provocando a su vez un

De hecho, el más antiguo de los centros rituales de veneración está en África. Tiene forma de serpiente y se ha fechado en ¡70 mil años! Es interesante que todas las religiones antiguas y muchas que aún se practican tienen serpientes entre sus mitos, incluyendo pueblos de los que no se sabía de su existencia sino hasta los últimos 5 siglos: los aborígenes australianos que no necesitaron civilizarse, o las muy civilizadas de las Américas preeuropeas. Pero, en las primeras centenas de milenios de nuestra existencia no había religiones todavía, estas serían parte muy importante del próximo y espectacular paso que íbamos a dar. Por el momento solo creábamos conceptos de dioses en varios niveles dentro de él de vida sobrenatural. Muy posiblemente también desarrollamos la idea (o mejor dicho, la fantasía) de que éramos parte de un estado intermedio entre esa vida imaginaria existente solo al interior de nuestros cerebros y el resto de los animales y seres vivientes. Todavía muchos así lo entienden.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.



Referencias:


Barrantes, César. Mentis Liber http://mentisliber.blogspot.com/ , Blog


Eva mitocondrial: http://es.wikipedia.org/wiki/Eva_mitocondrial

Adán cromosomal Y: http://es.wikipedia.org/wiki/Ad%C3%A1n_cromosomal-Y

A Genetic Odyssey: http://en.wikipedia.org/wiki/The_Journey_of_Man:_A_Genetic_Odyssey


El ritual más antiguo

http://www.laflecha.net/canales/curiosidades/noticias/descubierto-el-ritual-mas-antiguo-del-mundo

http://www.sciencedaily.com/releases/2006/11/061130081347.htm


[*]En inglés y en PDF




domingo, junio 21, 2009

Prehistoria, la última especie humana: estructura social, conciencia e imaginación

El cerebro en los animales vertebrados, como vimos antes, es solo una de las varias estrategias evolutivas que tienen los seres vivos para su supervivencia y que actúa en conjunto con otras, sean unas garras o corazas protectoras. En los homínidos pasa a ser el órgano principal de la supervivencia: es su función principal y para lo que evolucionó como lo hizo. En nosotros desbordó esa función. La plasticidad cerebral, que pareciera ser una disposición exclusiva, le permite al cerebro cambios anatómicos con el consiguiente aumento y formación de nuevos y diversos circuitos neuronales. Que nos posibilitó imaginar y ser conscientes sobre nosotros mismos, nuestro entorno y agrandar la conciencia conforme aprendemos más y acumulamos conocimientos. Ello marca la diferencia con toda otra forma de vida existente o extinta. Los sapiens podemos imitar y perfeccionar cualquier ventaja para sobrevivir que tuviese cualquier otra especie y apropiárnosla. Aún lo hacemos. Para eso tenemos conciencia sobre su función: por y para qué sirve, la comprendemos; y también la imaginación: como y con que replicar y mejorar ese funcionamiento percibiendo mentalmente cual es el material necesario y como transformarlo.

Desde hace 6 millones de años nuestra vida ha transcurrido en pequeños grupos: el clan familiar ha sido la unidad social de todos los homínidos, en general con un macho alfa dominante, 1 ó 2 hembras alfa: las preferidas (aunque no las únicas) para el apareamiento con el primero; 2 ó 3 machos beta e igual numero de hembras beta y los hijos de todos con diferentes edades. No más de 15 o 16 integrantes que ha sido, en general, lo que la caza y recolección permitía alimentar. Más miembros implicaban un debilitamiento por hambre. Menos, perder brazos y fortaleza, amenazando también la subsistencia del grupo. Esta unidad básica repelía a cualquier otra parecida. Solo aceptaba hembras de otros clanes. Casi siempre robadas y con fines reproductivos. A un macho que se tomara prisionero de otro clan lo usaban para alimento. Con algunas diferencias esta fue la unidad social básica e incluye a los homininos. Sin embargo, en nuestro caso el apoyo de varios grupos familiares o de otra naturaleza, en busca de un objetivo común suavizó la hostilidad territorial entre clanes diferentes. Eran conscientes de la necesidad de unir esfuerzos por su ventaja para conseguir alimento y la defensa contra todos los depredadores, especialmente en tierras desconocidas. El grupo que salió de África e inició la migración costera por Asia, que varias generaciones después llegaría a Oceanía, lo hizo siendo mucho más que uno o dos clanes. Para poder sobrevivir debió estar compuesto en no menos de 500 miembros aunque no llegó a ser mayor a 3 ó 4 veces ese número.

Esta mayor sociabilidad a lo interno del clan y a lo externo, también fue obligada por el gran tamaño de nuestro cerebro. La evolución que tuvo, ya la vimos en los 3 capítulos de Nuestro cerebro, le provocó el gran aumento de volumen, mucho mayor capacidad y un enorme problema: para que un bebé sapiens atraviese el canal del parto debe nacer con su cerebro muy poco desarrollado. Por eso no es sino hasta el año cuando empiece a caminar y llegar por si mismo a su principal fuente de alimento: las glándulas mamarias de la madre. (Aún los chimpancés pueden caminar al poco tiempo de nacer.) Pero en general, aún no podrán valerse sin ayuda por 5 años más. La madre entonces debe proteger la supervivencia de la especie cuidando a sus hijos todo ese tiempo y se irá haciendo necesario que el padre provea alimento a la madre y a su descendencia, creándose una división social de género para el suministro energético así como vínculos afectivos fuertes y estables entre la pareja e hijos. Más que una elección consciente es producto de la selección natural y la presión evolutiva. Así se (en PDF) explicaría por qué el profundo enamoramiento que una pareja tiene al principio no dura toda la vida, más bien solo esos 4 ó 5 años. De todas maneras eso “de toda la vida” es algo irrelevante en épocas tan duras y peligrosas. Los individuos que alcanzaron llegar a los 30 años eran muy maduros y los ciertamente pocos que sobrevivieron hasta los 40, ancianos.

Aparecen en los yacimientos arqueológicos de los sapiens de épocas anteriores a la salida de África, objetos fabricados que no tenían utilización alguna para la supervivencia individual o del grupo: adornos, principalmente corporales. Arte. El más antiguo que se ha encontrado es un trozo de roca con pigmento de ocre de 70 mil años. No necesariamente fue el primero que haya hecho nuestra especie sino que como todo el resto de artefactos encontrados está hecho de material imperecedero: piedra. Tampoco quiere decir que no sea sino hasta entonces que se fabricaron objetos ornamentales, probablemente usaron materiales perecederos anteriormente e indudablemente después. Lo que sí denota es que nuestra nueva especie hominina gasta energía y tiene tiempo en fabricar objetos para su goce. Sobrevivir ha dejado de ser un asunto individual. El grupo se encarga de ello y si es necesario con la unión de varios otros. Un individuo entonces puede usar su imaginación y habilidades en fabricar objetos que le den placer estético, que le recuerde vivencias o que le refleje lo que su cerebro imagina. Tiene la capacidad de ver en una roca ya no solo un arma o herramienta sino algún objeto que le emocionará al acabarlo. Son manifestaciones de un pensamiento simbólico. Ya no hay vuelta atrás, el cerebro dejó de usarse solo en la supervivencia que es por lo que ha existido. (Ver: Nuestro cerebro I, II y III.) La imaginación y la conciencia, que entonces eran unas funciones cerebrales novedosas, originadas por la selección natural y la evolución, ¡hicieron la diferencia! Siguen haciéndola.

Por eso, en la gran migración prehistórica de nuestra especie, después que llegó y pobló la antigua península en lo que hoy es el actual archipiélago de Indonesia pudo construir balsas rudimentarias, seguramente del abundante bambú que hay en la zona y así atravesó el mar que lo separaba de la actual Australia, harán unos 45 a 60 milenios. Se han perdido los restos arqueológicos que lo puedan corroborar objetivamente por la subida del nivel de los océanos cuando acabó la última glaciación, pero, ¡sí!, realmente pobló esa isla continente y debió atravesar una distancia muy considerable de mar como para hacerlo a nado. No hay dudas, ¡todavía está allí! Es ese grupo humano que conocemos como aborígenes australianos y las pruebas genéticas contemporáneas que se les han hecho nos muestran que según la teoría más aceptada, su origen está en el mismo lugar que él de quién haya leído hasta aquí, del que no lo hizo, del mío, del europeo, asiático y americano primitivo así como el de todo otro Homo sapiens del planeta, vivo o muerto: en África.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.


Referencias

Gräslund, Bo: Early humans and their World http://books.google.co.cr/books?id=kho-f2VmMbkC&lpg=PA136&ots=paAx24wLin&dq=social%20structure%20early%20humans&pg=PA147 Publishing, Inc. First American Edition. 2003

BBC The Day We Learned To Think (transcripción del programa, ingles.) http://www.bbc.co.uk/science/horizon/2003/learnthinktrans.shtml



jueves, junio 18, 2009

Caminando con los cavernícolas - Parte 4

En la última entrega de la magnífica serie de la BBC: Walking with Cavemen el largo viaje del proceso de hominización llega a las 2 especies con mayor cerebro de todos los vertebrados. Homo neanderthalensis y nosotros Homo sapiens.


jueves, junio 11, 2009

Caminando con los cavernícolas - Parte 3

En Walking with Cavemen de la BBC seguiremos el proceso de hominizacón en las especies humanas.






Caminando con los cavernícolas - Parte 2

Recrear un hecho histórico es siempre una difícil tarea. Si lo que se quiere representar son acontecimientos de los que no hay documentos históricos sino arqueológicos: restos fósiles, piedras talladas y demás, será casi imposible puesto que los datos son fragmentarios y dispersos. Sin embargo gracias a la enorme imaginación y la capacidad neuronal de nuestra especie unida a la gigantesca acumulación de conocimientos que hemos tenido en los últimos 120 a 150 años, sí puede hacerse.

Walking with Cavemen producida en el 2003 por la BBC es una muestra muy bien lograda de ello. Continuamos con su presentación y la impresionante narración (en inglés) de Robert Winston





Caminando con los cavernícolas - Parte 1

Para comprender mejor lo que hemos explorado hasta ahora de nuestro pasado no hay nada mejor que una recreación. En el Reino Unido la BBC creó en el 2003 la que considero la mejor sobre el mundo de los homininos que se haya hecho hasta hoy: Walking with Cavemen El maquillaje y los efectos especiales nos transportan del presente a varios millones de años atrás de la mano de su narrador original Robert Winston con un currículo brillante que se puede ver en el link a Wikipedia. Hay otra versión transmitida en EE.UU. por Discovery Channel narrada por el actor Alec Baldwin. También hay un libro en inglés con el mismo nombre de la serie. Esta es la versión original británica, en inglés.

Por su extensión la mostraré como está en YouTube: dividida en 4 partes de tres secciones cada una, aunque intercalaré otro tipo de entradas cuando lo crea conveniente.





http://www.youtube.com/view_play_list?p=50F4325A4774A9B5&search_query=walking+with+cavemen

domingo, junio 07, 2009

Nuestro cerebro III

El planeta ha tenido una gran inestabilidad climática durante los últimos 2 ó 3 millones de años: largos períodos de enfriamiento conocido como glaciaciones y de calentamiento en los interglaciares. Generalmente las regiones ecuatoriales perdían mucha de su humedad desertificándose en los periodos fríos al reducirse la condensación y la correspondiente disminución de lluvias.

De los homininos hará unos 200 mil años solo quedaban unas pocas especies humanas (Homo) repartidas por diferentes continentes: del Homo erectus, probablemente los primeros en utilizar el fuego y que se había extendido durante su larga vida (casi 2 millones de años) desde África hasta Asia y el sur de Europa, solo quedaban unos pocos individuos en el este asiático (isla de Java) y todavía faltaba que evolucionara en otra especie humana de esa región: Homo floresiensis. En Europa una especie con 100 mil años de existencia tenía el cerebro más grande no solo de los homínidos sino de todos los vertebrados que han existido: Homo neanderthalensis. Estaba muy especializado para sobrevivir en el intenso frío glacial y aunque omnívoro su dieta principal era la proteína y grasa animal que le ayudaba a resistir en su gélido ambiente. También se abrigaba con pieles gruesas y fabricó diversas armas y herramientas de piedra, aunque también las debe haber hecho en madera y otros materiales perecederos, mucho más sofisticadas que las de sus predecesores, con las que pudo sobrevivir en uno de los entornos más hostiles. (Ver más sobre los neandertales)

África sufría una enorme sequía mientras el hemisferio norte se congelaba por la glaciación. La enorme reducción de individuos en una especie humana indeterminada (hay quienes consideran que fue el Homo rhodesiensis), la enorme presión selectiva y las mutaciones en ese otro medio: seco, ventoso y con poca variedad de otros seres vivos que les proveyeran de energía y proteínas, provocó la aparición de una nueva especie Homo con una formidable capacidad de adaptación gracias a su también enorme cerebro, aunque algo menor y con el lóbulo frontal mas desarrollado que el del neandertal: el Homo sapiens. ¡Nosotros!

Los primeros años de nuestra existencia los dedicamos casi exclusivamente en evitar extinguirnos. Hay pocos fósiles y mucho menos depósitos arqueológicos durante nuestros primeros 50 milenios. Los principales están en zonas costeras en el noreste africano por lo que muy probablemente nuestra principal fuente de energía y proteínas fueran los más abundantes seres marinos que los escasos terrestres, su recolección generalmente se hizo con materiales perecederos. Conforme avanzamos en el tiempo el clima se suaviza y comienzan a aparecer más yacimientos. Quizá a eso se deba que originalmente creyésemos tener solo 140 a 150 mil años. Incluso, muchos opinaron hasta hace poco que somos una subespecie posterior y con más desarrollo cerebral: Homo sapiens sapiens. Los estudios genéticos no confirman esta hipótesis aunque tampoco la descartan totalmente.

En las entradas anteriores (Nuestro cerebro I y II) presenté a grandes rasgos la evolución humana o proceso de hominización, enfatizando la parte biológica aunque esbozando la evolución cultural: el poder transformar un tronco, concha o piedra en una herramienta o arma filosa y la utilización del fuego para cocinar los alimentos, como instrumento de caza o para alumbrar en la oscuridad y alargar el tiempo de ocio productivo al no tener que dedicar cada minuto despiertos en sobrevivir, nos fue transferido por nuestros ancestros inmediatos, fueran los que fueran; a su vez, a ellos se lo enseñaron las especies homininas que les precedieron. Esta transmisión de memes (a) o evolución no genética: fue lineal y progresiva: conforme aparecían nuevas especies mejoraba las técnicas y la cultura ya que no debían comenzar concibiendo desde el principio sino innovando sobre lo ya inventado por los anteriores.

El Hombre de Neandertal, del que no descendemos, tuvo una capacidad craneal algo mayor que la nuestra pero no conocemos ni la anatomía ni la fisiología de su cerebro y hay una altísima probabilidad que nunca las conozcamos. Tampoco, si, como nosotros, tenían conciencia sobre si mismos y el mundo que los rodeaba. Sin embargo sí sabemos que fue una especie muy exitosa: vivió cerca de 100 mil años más de lo que hemos vivido nosotros, fabricó sistemáticamente lascas muy filosas estandarizadas, muchas herramientas y armas eficientes, enterró sus muertos, se vistió con pieles y cocinó sus alimentos. Aunque les faltó algo que a nosotros nos sobra: imaginación. No es sino hasta luego de hacer contacto con nuestra especie, y ya extinguiéndose, que fabrican adornos corporales aunque elaborados con sus técnicas y hacen algún esbozo de ritual funerario imitando los nuestros

De nuestro cerebro hoy sabemos que tiene una enorme plasticidad neuronal (b): es capaz de crear nuevos circuitos neuronales conforme aprende y crea nuevas técnicas o a hacer cosas novedosas, también a reparase en caso de accidentes o fallas. ¿Será esa la diferencia fundamental con las otras especies humanas? Por lo menos es parte importante de que hayamos dado ese gigantesco salto que nos llevaría a que un gran número de individuos dejara de preocuparse hora a hora en sobrevivir, como hacen todos y cada uno de los individuos de cualquier otra especie; y entre muchas otras cosas a alargar nuestra expectativa natural de vida o volar e ir al espacio.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo

Referencia

Notas

(a) Cortés Morató, Jordi http://biblioweb.sindominio.net/memetica/memes.html

(b) Canchola Martínez, Enrique http://www.sabersinfin.com/index.php?option=com_content&task=view&id=431&Itemid=46

Lecturas recomendadas:

Cagliani, Martín. Mundo Neandertal - Blog de noticias sobre el Hombre de Neandertal y homínidos en general. Paleoantropología

Dawkins, Richard. El gen egoísta.

Gutiérrez, Claudio. Ensayos sobre un nuevo humanismo.