sábado, agosto 01, 2009

El proceso de civilización

Las primeras civilizaciones se iniciaron hace 6 mil años, después de un período de transición que duró de 5 a 6 milenios donde se dieron un conjunto de fases sucesivas múltiples que transformaron para siempre el entorno de los humanos: la sedentarización, el inicio y la consolidación de la producción de alimentos, los aumentos sostenidos de población, su aglomeración en lugares reducidos y la guerra territorial; conjuntamente con la creación tanto material como mental de más y mejores instrumentos: utensilios y armas, y novedosos conceptos e ideas: esa amplia, diversificada y ficticia vida sobrenatural que mediante simbologías daban identidad y cohesión a los grupos muy grandes, vistos en las dos últimas entradas. Lo curioso es que se siguió un proceso cultural y social muy similar al descrito pese a la lejanía espacial y temporal (diversos continentes y con varios siglos o hasta milenios de diferencia) entre los sitios geográficos donde la humanidad se civilizó. La reacción socio cultural ante las secuelas del último gran cambio climático fue muy parecida. No obstante, para ese entonces los Homo sapiens habitantes del planeta no podían tener conocimiento alguno de la existencia de sus otros congéneres. Estas similitudes demuestran un vez más el origen común de la humanidad. Se exceptúan tan solo a los diferentes vegetales y animales con que produjeron sus alimentos en las diferentes zonas del planeta, si bien, el cereal sí fue común para todas las civilizaciones en alguna de sus variedades: centeno, cebada, trigo, arroz o maíz; así como el pastoreo para obtener carne y leche.

El fin de la trashumancia significó también que las viviendas se hicieran más permanentes que las sencillas y transportables tiendas o tipis de pieles. Se formaron aldeas que aparecieron y desaparecieron en grandes cantidades: malas cosechas, inundaciones o destruidas en guerras. Algunas junto a ríos prevalecieron y se consolidaron. La cercanía del agua estimuló la creación de sistemas de irrigación primitivos los cuales aumentaron, simultáneamente con el invento de herramientas de labranza, los campos de cultivo. El río además les diversificó y aumentó su dieta. Eso provocó varios fenómenos entrelazados entre si: el crecimiento y fortalecimiento de esas aldeas hasta convertirse en pequeñas ciudades. La producción en grandes cantidades de alimentos y hasta sobrantes de los duraderos: cereales y ganado en pie. Y consecuentemente una fuerza laboral creciente y con funciones diversificadas. Era innecesario que todos se dedicaran a lo mismo todo el tiempo. (En el Hemisferio Occidental las civilizaciones que más desarrollo obtuvieron lo hicieron en las costas que les proveyó de alimento en conjunto con la agricultura y pastoreo, tanto en Mesoamérica como en Suramérica.)

Entonces, aparecieron nuevas necesidades: algún subgrupo se dedicó a defender la ciudad y sus alrededores, no necesariamente de forma permanente, de posibles enemigos y eventualmente salieron a hacerle la guerra a alguna ciudad rival más o menos cercana. Además se formaron primitivos grupos de comerciantes y artesanos. La creciente complejidad social estimuló la conformación de pequeños grupos elites que guiaban y administraban al conjunto a través de sus interpretaciones de los imaginarios designios de supuestos seres sobrenaturales. Se aceptó de forma colectiva la concepción de una vida paralela sobrenatural que los dirigía socialmente y que era interpretada solo por unos pocos, quienes mediante sugestiones colectivas adquirieron una aureola de “seres sagrados”: sacerdotes y sacerdotisas, aunque a las mujeres en términos generales se les tendía a evitar en los asuntos de la comunidad. Estos eran un asunto de fuerza: quien más tenía más poder obtenía; pero la fuerza no era solo física; también entraban en el juego los que tenían personalidades audaces y atrayentes que convencían a otros a que se les unieran, otorgándoles fortaleza y poder.

Todas las religiones tienen una misión esencial: dictar un modo de vida a un grupo relativamente grande de sapiens, proveyéndoles de una serie de conceptos e ideas que luego serán transformados en costumbres para resolver los muchos conflictos que aparecen cuando el número de miembros de un grupo cualquiera que conviven juntos es mucho mayor a la simple estructura social hominina de clanes familiares o al agrupamiento de varios de estos. Fueron los primeros códigos que sirvieron para unificar los diversos comportamientos y actitudes en ese creciente conjunto de gentes viviendo tan cercanas unas de otras. Para quienes quebrantaran las reglas se crearon diversos tipos de castigos, dependiendo del daño causado, siendo la muerte pública, generalmente muy dolorosa para ejemplo y escarnio, la utilizada en las transgresiones más graves. Así disminuía el disenso. A esto lo conocemos hoy como leyes y normas para la convivencia. Desde un inicio esa fue la función social de las religiones en todas las civilizaciones que se desarrollaron en el planeta. Han actuado a través de la utilización perfeccionada de esos conceptos e ideas de la ficticia vida sobrenatural que han estado en nuestras mentes, con certeza científica, desde hace 70 mil años y con una altísima probabilidad de haberla creído desde muy poco tiempo después de nuestra aparición como especie.

Entremezclados con esas concepciones de una vida imaginaria paralela creamos otras ficciones que nos han servido en el proceso de civilizarnos: tan inmaterial como funcional es el concepto de estado, como el de soberanía o el de frontera. Aunque no se les llamara así, las ciudades que más crecían y obtenían mayor poder, empezaron a ejercer la idea de territorialidad sobre los campos que la circundaban y de donde se proveían de alimentos: soberanía. Se crearon límites que si eran atravesados por otros se les capturaba. Si el crecimiento de esas ciudades las hacía aproximarse a ciudades rivales, sus fronteras se convertían en mucho más que ficciones conceptuales y se llegaba a la guerra y conquista en caso de conflictos no resueltos. Las ciudades que se hacían más poderosas se convertían en ciudades estado: concepto que estructura socialmente a un grupo grande de humanos viviendo juntos bajo un sistema y códigos aceptados por los más fuertes o una mayoría, guiados y administrados por pequeñas y poderosas clases sacerdotales.

Estas novedosas entidades ejercieron la soberanía sobre la población y las tierras circundantes dentro de unas fronteras. Estas ciudades podían expandirse hasta los límites de sus propias fuerzas, que podían aumentarse, entre otras cosas, con la esclavitud. A los sobrevivientes vencidos en las guerras se les esclavizaba para los trabajos públicos más pesados y demandantes y así liberar a su propia población para fines bélicos, artesanales, comerciales y demás. Poco a poco los poderosos de las ciudades vencedoras utilizaron a los esclavos para su servicio doméstico individual. Aunque no todos los que fueron esclavizados se conformaron con serlo en esa época ni en los milenios posteriores, una enorme mayoría la aceptó ya que la necesidad vital básica: la supervivencia, se las aseguraban los amos. Fueron realmente muy pocas las revueltas de esclavos en toda la historia de la civilización.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario