domingo, junio 07, 2009

Nuestro cerebro III

El planeta ha tenido una gran inestabilidad climática durante los últimos 2 ó 3 millones de años: largos períodos de enfriamiento conocido como glaciaciones y de calentamiento en los interglaciares. Generalmente las regiones ecuatoriales perdían mucha de su humedad desertificándose en los periodos fríos al reducirse la condensación y la correspondiente disminución de lluvias.

De los homininos hará unos 200 mil años solo quedaban unas pocas especies humanas (Homo) repartidas por diferentes continentes: del Homo erectus, probablemente los primeros en utilizar el fuego y que se había extendido durante su larga vida (casi 2 millones de años) desde África hasta Asia y el sur de Europa, solo quedaban unos pocos individuos en el este asiático (isla de Java) y todavía faltaba que evolucionara en otra especie humana de esa región: Homo floresiensis. En Europa una especie con 100 mil años de existencia tenía el cerebro más grande no solo de los homínidos sino de todos los vertebrados que han existido: Homo neanderthalensis. Estaba muy especializado para sobrevivir en el intenso frío glacial y aunque omnívoro su dieta principal era la proteína y grasa animal que le ayudaba a resistir en su gélido ambiente. También se abrigaba con pieles gruesas y fabricó diversas armas y herramientas de piedra, aunque también las debe haber hecho en madera y otros materiales perecederos, mucho más sofisticadas que las de sus predecesores, con las que pudo sobrevivir en uno de los entornos más hostiles. (Ver más sobre los neandertales)

África sufría una enorme sequía mientras el hemisferio norte se congelaba por la glaciación. La enorme reducción de individuos en una especie humana indeterminada (hay quienes consideran que fue el Homo rhodesiensis), la enorme presión selectiva y las mutaciones en ese otro medio: seco, ventoso y con poca variedad de otros seres vivos que les proveyeran de energía y proteínas, provocó la aparición de una nueva especie Homo con una formidable capacidad de adaptación gracias a su también enorme cerebro, aunque algo menor y con el lóbulo frontal mas desarrollado que el del neandertal: el Homo sapiens. ¡Nosotros!

Los primeros años de nuestra existencia los dedicamos casi exclusivamente en evitar extinguirnos. Hay pocos fósiles y mucho menos depósitos arqueológicos durante nuestros primeros 50 milenios. Los principales están en zonas costeras en el noreste africano por lo que muy probablemente nuestra principal fuente de energía y proteínas fueran los más abundantes seres marinos que los escasos terrestres, su recolección generalmente se hizo con materiales perecederos. Conforme avanzamos en el tiempo el clima se suaviza y comienzan a aparecer más yacimientos. Quizá a eso se deba que originalmente creyésemos tener solo 140 a 150 mil años. Incluso, muchos opinaron hasta hace poco que somos una subespecie posterior y con más desarrollo cerebral: Homo sapiens sapiens. Los estudios genéticos no confirman esta hipótesis aunque tampoco la descartan totalmente.

En las entradas anteriores (Nuestro cerebro I y II) presenté a grandes rasgos la evolución humana o proceso de hominización, enfatizando la parte biológica aunque esbozando la evolución cultural: el poder transformar un tronco, concha o piedra en una herramienta o arma filosa y la utilización del fuego para cocinar los alimentos, como instrumento de caza o para alumbrar en la oscuridad y alargar el tiempo de ocio productivo al no tener que dedicar cada minuto despiertos en sobrevivir, nos fue transferido por nuestros ancestros inmediatos, fueran los que fueran; a su vez, a ellos se lo enseñaron las especies homininas que les precedieron. Esta transmisión de memes (a) o evolución no genética: fue lineal y progresiva: conforme aparecían nuevas especies mejoraba las técnicas y la cultura ya que no debían comenzar concibiendo desde el principio sino innovando sobre lo ya inventado por los anteriores.

El Hombre de Neandertal, del que no descendemos, tuvo una capacidad craneal algo mayor que la nuestra pero no conocemos ni la anatomía ni la fisiología de su cerebro y hay una altísima probabilidad que nunca las conozcamos. Tampoco, si, como nosotros, tenían conciencia sobre si mismos y el mundo que los rodeaba. Sin embargo sí sabemos que fue una especie muy exitosa: vivió cerca de 100 mil años más de lo que hemos vivido nosotros, fabricó sistemáticamente lascas muy filosas estandarizadas, muchas herramientas y armas eficientes, enterró sus muertos, se vistió con pieles y cocinó sus alimentos. Aunque les faltó algo que a nosotros nos sobra: imaginación. No es sino hasta luego de hacer contacto con nuestra especie, y ya extinguiéndose, que fabrican adornos corporales aunque elaborados con sus técnicas y hacen algún esbozo de ritual funerario imitando los nuestros

De nuestro cerebro hoy sabemos que tiene una enorme plasticidad neuronal (b): es capaz de crear nuevos circuitos neuronales conforme aprende y crea nuevas técnicas o a hacer cosas novedosas, también a reparase en caso de accidentes o fallas. ¿Será esa la diferencia fundamental con las otras especies humanas? Por lo menos es parte importante de que hayamos dado ese gigantesco salto que nos llevaría a que un gran número de individuos dejara de preocuparse hora a hora en sobrevivir, como hacen todos y cada uno de los individuos de cualquier otra especie; y entre muchas otras cosas a alargar nuestra expectativa natural de vida o volar e ir al espacio.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo

Referencia

Notas

(a) Cortés Morató, Jordi http://biblioweb.sindominio.net/memetica/memes.html

(b) Canchola Martínez, Enrique http://www.sabersinfin.com/index.php?option=com_content&task=view&id=431&Itemid=46

Lecturas recomendadas:

Cagliani, Martín. Mundo Neandertal - Blog de noticias sobre el Hombre de Neandertal y homínidos en general. Paleoantropología

Dawkins, Richard. El gen egoísta.

Gutiérrez, Claudio. Ensayos sobre un nuevo humanismo.


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