domingo, junio 21, 2009

Prehistoria, la última especie humana: estructura social, conciencia e imaginación

El cerebro en los animales vertebrados, como vimos antes, es solo una de las varias estrategias evolutivas que tienen los seres vivos para su supervivencia y que actúa en conjunto con otras, sean unas garras o corazas protectoras. En los homínidos pasa a ser el órgano principal de la supervivencia: es su función principal y para lo que evolucionó como lo hizo. En nosotros desbordó esa función. La plasticidad cerebral, que pareciera ser una disposición exclusiva, le permite al cerebro cambios anatómicos con el consiguiente aumento y formación de nuevos y diversos circuitos neuronales. Que nos posibilitó imaginar y ser conscientes sobre nosotros mismos, nuestro entorno y agrandar la conciencia conforme aprendemos más y acumulamos conocimientos. Ello marca la diferencia con toda otra forma de vida existente o extinta. Los sapiens podemos imitar y perfeccionar cualquier ventaja para sobrevivir que tuviese cualquier otra especie y apropiárnosla. Aún lo hacemos. Para eso tenemos conciencia sobre su función: por y para qué sirve, la comprendemos; y también la imaginación: como y con que replicar y mejorar ese funcionamiento percibiendo mentalmente cual es el material necesario y como transformarlo.

Desde hace 6 millones de años nuestra vida ha transcurrido en pequeños grupos: el clan familiar ha sido la unidad social de todos los homínidos, en general con un macho alfa dominante, 1 ó 2 hembras alfa: las preferidas (aunque no las únicas) para el apareamiento con el primero; 2 ó 3 machos beta e igual numero de hembras beta y los hijos de todos con diferentes edades. No más de 15 o 16 integrantes que ha sido, en general, lo que la caza y recolección permitía alimentar. Más miembros implicaban un debilitamiento por hambre. Menos, perder brazos y fortaleza, amenazando también la subsistencia del grupo. Esta unidad básica repelía a cualquier otra parecida. Solo aceptaba hembras de otros clanes. Casi siempre robadas y con fines reproductivos. A un macho que se tomara prisionero de otro clan lo usaban para alimento. Con algunas diferencias esta fue la unidad social básica e incluye a los homininos. Sin embargo, en nuestro caso el apoyo de varios grupos familiares o de otra naturaleza, en busca de un objetivo común suavizó la hostilidad territorial entre clanes diferentes. Eran conscientes de la necesidad de unir esfuerzos por su ventaja para conseguir alimento y la defensa contra todos los depredadores, especialmente en tierras desconocidas. El grupo que salió de África e inició la migración costera por Asia, que varias generaciones después llegaría a Oceanía, lo hizo siendo mucho más que uno o dos clanes. Para poder sobrevivir debió estar compuesto en no menos de 500 miembros aunque no llegó a ser mayor a 3 ó 4 veces ese número.

Esta mayor sociabilidad a lo interno del clan y a lo externo, también fue obligada por el gran tamaño de nuestro cerebro. La evolución que tuvo, ya la vimos en los 3 capítulos de Nuestro cerebro, le provocó el gran aumento de volumen, mucho mayor capacidad y un enorme problema: para que un bebé sapiens atraviese el canal del parto debe nacer con su cerebro muy poco desarrollado. Por eso no es sino hasta el año cuando empiece a caminar y llegar por si mismo a su principal fuente de alimento: las glándulas mamarias de la madre. (Aún los chimpancés pueden caminar al poco tiempo de nacer.) Pero en general, aún no podrán valerse sin ayuda por 5 años más. La madre entonces debe proteger la supervivencia de la especie cuidando a sus hijos todo ese tiempo y se irá haciendo necesario que el padre provea alimento a la madre y a su descendencia, creándose una división social de género para el suministro energético así como vínculos afectivos fuertes y estables entre la pareja e hijos. Más que una elección consciente es producto de la selección natural y la presión evolutiva. Así se (en PDF) explicaría por qué el profundo enamoramiento que una pareja tiene al principio no dura toda la vida, más bien solo esos 4 ó 5 años. De todas maneras eso “de toda la vida” es algo irrelevante en épocas tan duras y peligrosas. Los individuos que alcanzaron llegar a los 30 años eran muy maduros y los ciertamente pocos que sobrevivieron hasta los 40, ancianos.

Aparecen en los yacimientos arqueológicos de los sapiens de épocas anteriores a la salida de África, objetos fabricados que no tenían utilización alguna para la supervivencia individual o del grupo: adornos, principalmente corporales. Arte. El más antiguo que se ha encontrado es un trozo de roca con pigmento de ocre de 70 mil años. No necesariamente fue el primero que haya hecho nuestra especie sino que como todo el resto de artefactos encontrados está hecho de material imperecedero: piedra. Tampoco quiere decir que no sea sino hasta entonces que se fabricaron objetos ornamentales, probablemente usaron materiales perecederos anteriormente e indudablemente después. Lo que sí denota es que nuestra nueva especie hominina gasta energía y tiene tiempo en fabricar objetos para su goce. Sobrevivir ha dejado de ser un asunto individual. El grupo se encarga de ello y si es necesario con la unión de varios otros. Un individuo entonces puede usar su imaginación y habilidades en fabricar objetos que le den placer estético, que le recuerde vivencias o que le refleje lo que su cerebro imagina. Tiene la capacidad de ver en una roca ya no solo un arma o herramienta sino algún objeto que le emocionará al acabarlo. Son manifestaciones de un pensamiento simbólico. Ya no hay vuelta atrás, el cerebro dejó de usarse solo en la supervivencia que es por lo que ha existido. (Ver: Nuestro cerebro I, II y III.) La imaginación y la conciencia, que entonces eran unas funciones cerebrales novedosas, originadas por la selección natural y la evolución, ¡hicieron la diferencia! Siguen haciéndola.

Por eso, en la gran migración prehistórica de nuestra especie, después que llegó y pobló la antigua península en lo que hoy es el actual archipiélago de Indonesia pudo construir balsas rudimentarias, seguramente del abundante bambú que hay en la zona y así atravesó el mar que lo separaba de la actual Australia, harán unos 45 a 60 milenios. Se han perdido los restos arqueológicos que lo puedan corroborar objetivamente por la subida del nivel de los océanos cuando acabó la última glaciación, pero, ¡sí!, realmente pobló esa isla continente y debió atravesar una distancia muy considerable de mar como para hacerlo a nado. No hay dudas, ¡todavía está allí! Es ese grupo humano que conocemos como aborígenes australianos y las pruebas genéticas contemporáneas que se les han hecho nos muestran que según la teoría más aceptada, su origen está en el mismo lugar que él de quién haya leído hasta aquí, del que no lo hizo, del mío, del europeo, asiático y americano primitivo así como el de todo otro Homo sapiens del planeta, vivo o muerto: en África.

Y, ¡tenemos conciencia de ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.


Referencias

Gräslund, Bo: Early humans and their World http://books.google.co.cr/books?id=kho-f2VmMbkC&lpg=PA136&ots=paAx24wLin&dq=social%20structure%20early%20humans&pg=PA147 Publishing, Inc. First American Edition. 2003

BBC The Day We Learned To Think (transcripción del programa, ingles.) http://www.bbc.co.uk/science/horizon/2003/learnthinktrans.shtml



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