domingo, mayo 17, 2009

¿Somos realmente lo que hemos creído ser?

En ningún tiempo antes durante la historia de la humanidad habíamos acumulado y generado tanto saber. Hoy sabemos que todos somos miembros de una sola especie: Homo sapiens y compartimos el 999/1000 de nuestro genoma, las diferencias fenotípicas son el resultado de nuestra capacidad adaptativa que obtenemos por pequeñas mutaciones y la selección natural.

También sabemos que el genoma lo compartimos con todos los que han pertenecido a nuestra especie. Conocemos que las funciones de nuestro material genético son las mismas que las de cualquier otro ser vivo. Incluso, muchos de nuestros genes (sus estructuras y funciones) son los mismos que le sirvieron a otras especies que vivieron en el pasado: los genes que controlaron la formación de las primeras proteínas de los seres unicelulares eucariotas que vivieron al inicio de la vida y que inician nuestra línea filogenética, son los mismos que lo hacen en cada una de nuestras células para formar esas mismas proteínas. También tenemos los genes que han funcionado y les ha permitido vivir a todos los demás integrantes de la línea. Más los nuestros.

Hemos aprendido que nuestra especie apareció en África hará unos 200 mil años como lo demuestran los restos fósiles y lo comprueban los estudios genéticos. (Dado que la incidencia de rayos ultravioleta no ha cambiado significativamente durante todos estos milenios se tiene una gran certeza de que la pigmentación cutánea de esos nuestros abuelos ancestrales haya sido como la de los habitantes que se han documentado como africanos en los últimos 6 mil años) Además, hemos conocido que en migraciones principalmente costeras, el sapiens, llegó a habitar casi todo el planeta, que sus estructuras sociales eran parecidas a las de los demás homínidos y los grandes primates, que aprendió a construir balsas y canoas, y practicó una rudimentaria navegación costera mucho antes de civilizarse.

También gracias a los avances científicos y tecnológicos sabemos mucho más de nuestro órgano más desconocido: el cerebro. Hoy conocemos que son funciones cerebrales la imaginación, la creatividad, el amor, el odio, las creencias, la envidia, el afecto, la tristeza, la alegría y otras tantas de naturaleza similar. Y que estas funciones, junto a muchas otras, cambian y condicionan los pensamientos que tenemos: la depresión, es una disfunción sináptica que hace que la persona que la sufre tenga sentimientos de tristeza y desolación, altera los pensamientos tornándolos autodestructivos y puede ocurrir en cualquier etapa de la vida. Por otro lado, la masiva segregación por el cerebro de ciertos neurotransmisores en alguien enamorado hace que se le activen las zonas de los centros emocionales y desactiva zonas corticales relacionadas con la razón, el resultado: la persona enfoca sus pensamientos e ideas en el objeto de su interés amoroso y se desinteresa de prácticamente todo lo demás, incluidas importantes actividades de supervivencia como alimentarse.

Estos pocos ejemplos muestran que nuestra naturaleza humana es muy diferente de todo lo sobre ella habíamos imaginado antes de conocer los primeros secretos cerebrales o genéticos. Apenas hemos entreabierto la puerta. Sin embargo, conforme otras disciplinas del saber humano descubran más sobre esos secretos cambiará aún más la forma en como nos vemos y muchas de las ideas que tenemos sobre nosotros. Va a ser muy difícil mantener las nociones que sobre nuestra naturaleza fueron concebidas mucho antes de saber lo que hoy sabemos. Porque pensar que nosotros somos lo que somos por lo que hemos vivido durante la época civilizada, los últimos 6 a 10 milenios, se vuelve más y más en algo así como intentar comprender un libro leyendo solo sus últimas páginas.

Y, ¡tenemos conciencia de todo ello! Tal vez no todos los miembros de la especie… pero los que la tienen la están difundiendo.

2 comentarios:

  1. Interesante artículo, en otros tiempos esto te hubiese hecho víctima de Torquemada y hoy, de algún "cristiano" fundamentalista de los que hay en USA.

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  2. Gracias a Internet y a su libertad de expresión puedo darlo a conocer. Algún periódico no se dignó ni a decir que no lo publicaban.

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